martes, 22 de septiembre de 2009

La leyenda del Espíritu de la Navidad


La celebración de la llegada del Espíritu de la Navidad es una tradición de origen nórdico, que paulatinamente se introdujo en Venezuela. Esta festividad toma la fecha del 21 de diciembre, día en que la Tierra entra en el Solsticio de Invierno, es decir, cuando el planeta se encuentra en el punto más lejano de su órbita respecto al sol; es la ocasión propicia para que, entre las diez y unos minutos pasada la medianoche (según el año) el Espíritu de la Navidad baje a la tierra y visite a los hombres de buena voluntad.


Cuenta la leyenda que, hace uno ochenta y dos mil años, un ser de una galaxia muy lejana llegó al planeta Tierra, específicamente en la zona que actualmente se conoce como Escandinavia. Este individuo, caracterizado por una contagiosa alegría, era un viajero errante que predicaba sus conocimientos sobre la vida en otras galaxias


De contextura delgada, alto y apariencia juvenil, del cuerpo de aquel ser trascendente se desprendían destellos luminosos de color rojo y dorado. Estas emanaciones se transmutaban en oro y piedras preciosas, las cuales eran recibidas por los pobladores como obsequios de condensación de energía y no por una valía mercantil, inexistente en aquellos tiempos inmemorables.



Como todas las leyendas, esta maravillosa historia esconde un trasfondo realista. El ahora conocido como el Maestro de la Natividad fue un hombre muy bondadoso, característica que le mereció la inmortalidad en una figura magnánima que, cada año, está dispuesta a dar millones de regalos.


La gran sabiduría de este individuo se tradujo en la percepción generalizada de que era un anciano, el cual deambulaba por los fríos (y ahora inexpugnables) parajes en los que se recrea la leyenda. La apariencia de quien fuera el sustrato mortal para ese divino ser difiere mucho de su representación tradicional de una persona obesa con barba. La verdad olvidada: un hombre alto, rubio, con grandes ojos azules, cara ovalada y figura delgada.


En la agonía de cada año, el Espíritu de la Navidad desciende de forma etérea en todos los hogares que le dan la bienvenida, recibimiento que se retribuye con abundancia, paz y amor para los próximos doce meses.




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